No hay persona que no haya tenido que pasar por tras pasar por un proceso inflamatorio y, estos casos, el uso del hielo en la inflamación es generalizado.
Como vimos en un post anterior, la inflamación sigue unos tiempos y unas jerarquías muy determinados, y es orquestado por diferentes mediadores celulares (factores de crecimiento, inmunomensajeros, sustancias proinflamatorias…).
Toda esa información se procesa vía nerviosa.
Después de una lesión, los mecanismos para volver a la homeostasis son muy precisos.
Tanto, que cuanto más los estudiamos mejor comprendemos que deberíamos ser extremadamente cuidadosos con nuestras intervenciones, para no boicotear este delicado proceso corporal.
Es decir, en nuestro afán por ayudar a nuestro cuerpo a regenerarse, podemos hacer todo lo contrario y parar por completo el proceso de recuperación.
Es por ello que debemos ser muy cuidadosos en los pasos que seguimos para regenerarnos de una lesión y hasta ver cómo recuperarte para volver a entrenar después de lesionarme.
Tal como vemos en la imagen, el proceso normal nos lleva a la homeostasis y la mala resolución a la cronificación y la fibrosis.
En un entorno donde el ser humano dependía únicamente de su cuerpo para sobrevivir, la curación se seleccionó de forma natural con el objetivo de solucionar el problema en tiempo récord.
Partiendo de este marco conceptual, el uso del hielo en una inflamación sería una de las intervenciones que van en contra del proceso de curación.
Pero en cambio, y como bien sabréis, hasta ahora hemos vivido con el convencimiento de que ante cualquier lesión lo primero que debemos hacer es aplicar hielo. No aplicarlo iría en contra de lo que me enseñaron en la facultad.
Recuerdo perfectamente a mi profesora de tercero de Fisioterapia pronunciando su frase preferida: “con el hielo nunca te equivocarás”. Vale, de acuerdo, pero realmente, ¿qué conseguimos con esa intervención? ¿En qué evidencia se basa su aplicación?
Y si nos lo planteamos desde una perspectiva evolutiva, parece difícil que nos seleccionásemos para curarnos con el uso del hielo en una inflamación, pues los congeladores tardaron un poco más en llegar…
¿Tal vez esto explique la gran incógnita de por qué los inuits decidieron instalarse en un terreno tan inhóspito como las regiones árticas? ¡Claro! BUSCABAN HIELO ABUNDANTE Y ACCESIBLE PARA TENERLO A MANO EN CASO DE LESIÓN.
Como veis, nos encontramos ante una gran crisis cognitiva, y en estos casos lo primero es buscar artículos serios que puedan resolver nuestras dudas.
Así lo hice, y para mi estupor descubrí que no podía encontrar ningún artículo serio que validara el uso del hielo en la inflamación de la forma tan amplia en que se utiliza.
Puesto que no podemos basarnos en ninguna docta referencia, pasemos al plan B: usemos el sentido común y planteémonos qué ofrece la aplicación de hielo y cuáles son sus contraprestaciones.
El resumen de este planteamiento sería el siguiente:
En este artículo encontrarás:
Hielo e inflamación
El hielo es antiinflamatorio
Efectivamente el hielo tiene propiedades vasoconstrictoras y por tanto la inflamación es menor. Mi duda radica en que, si la respuesta endógena inicial es la vasodilatación principalmente para aislar la herida y permitir que las células regenerativas lleguen al lugar dañado, ¿realmente necesitamos esa vasoconstricción?
Yendo un poco más allá, si sabemos que el hielo produce luego una vasodilatación reactiva, es evidente que lo único que conseguimos es que los procesos endógenos no sigan los timings específicos que se necesitan para una óptima recuperación.
El uso del hielo en la inflamación evita la hipoxia secundaria
Este argumento, que por cierto me parece excelente, viene a decir que ante una lesión es probable que haya rotura de vasos sanguíneos y que, por lo tanto, hasta que no se recupere la irrigación, el tejido queda desnutrido y existe la posibilidad de que una parte del mismo quede afectada por esta carencia.
El hielo, al enfriar y disminuir el metabolismo, minimiza los requerimientos “nutricionales” del tejido, y en consecuencia el daño será menor.
Ante este hecho sólo nos queda observar que el propio organismo prefiere que se dañe algo más de tejido pero que el que se recupere esté completamente sano y, por ello, incluso envía células a comerse parte del tejido semi-dañado (lo que clásicamente llamamos cortar por lo sano).
Así pues podría ser que hasta la hipoxia secundaria sea necesaria.
El hielo quita el dolor
Así es, de hecho, el hielo no es sólo analgésico sino también anestésico. Es decir, no solamente disminuye el dolor sino también la sensibilidad. Siempre está bien disminuir la sensación del dolor, ¿pero bajo qué mecanismo lo conseguimos? Dañando el nervio.
El hielo es un neurotóxico, y por tanto su aplicación implica, en un primer momento, la disminución de la transmisión nerviosa. Y, si se mantiene la aplicación, puede desembocar en una lesión en el nervio.
De hecho, muchos de los estudios en animales que investigan cómo se regenera un nervio, para dañarlo primero suelen generalizar el uso del hielo en la inflamación. Puesto que el encargado de retransmitir cómo evoluciona el proceso es el nervio, el problema es además que suframos adaptaciones menos ajustadas.
Corolario
- El proceso de regeneración de tejidos se produce mediante una conjunción de respuestas altamente seleccionadas que nos llevan la mayoría de las veces a una recuperación completa.
- El momento en que se produce cada una de las respuestas es muy importante (timing is the answer of success).
- Debemos profundizar más en los efectos de las intervenciones exógenas que solemos hacer y asegurarnos de que sus consecuencias son realmente beneficiosas.
- En cuanto al hielo en concreto, no existen evidencias suficientes para utilizarlo tan indiscriminadamente como hacemos; por lo menos el sentido común arroja ciertas dudas sobre los beneficios clásicamente descritos.
Por tanto, ante esas dudas, yo hace ya tiempo que evito la aplicación de hielo en mis pacientes si no es estrictamente necesario, y me dedico exclusivamente a apoyar la propia respuesta corporal y al uso de una dieta regenerativa. Y os aseguro que los resultados, hasta el momento, son altamente gratificantes.
Amante de la fisiología humana, el entrenamiento y más, Néstor, co-fundó Mammoth Hunters después de ayudar a Oriol mejorar su rendimiento deportivo y salud. Es un nutricionista clínico, entrenador y terapeuta. Además de Mammoth Hunters Néstor tiene una clínica donde ayuda a centenares de personas a estar más sanas.