La semana pasada hablamos de como una dieta mal planteada puede ser poco o nada efectiva sino que además nos engorde. Entre las causas para que esto ocurra, explicamos hoy cómo ciertos alimentos nos generan adicción.
La adicción a la comida se caracteriza por la pérdida de control sobre el consumo de alimentos y la incapacidad de parar de consumir aunque deseas hacerlo.
Como en cualquier adicción, en una primera fase se busca el propio placer que caer en ella nos produce, una vez nos habituamos a ese grado de gratificación acabamos centrándonos en ese hábito como la única fuente de placer.
En una segunda fase, se busca más calmar la incomodidad que genera la abstinencia de la substancia a la que nos hemos enganchado. Para que nos entendamos, es como si lleváramos un zapato de un número menor (incomodidad) por el placer que nos generará quitárnoslo.
Aparte de los propios síntomas conductuales, para acabar de confirmar la existencia de la adicción a la comida como entidad clínica, al observar los estudios de neuroimagen sobre el tema, se ponen de manifiesto patrones de actividad cerebral muy similares a los de otros desórdenes adictivos, exhibiendo un aumento de activación en regiones relacionadas con la recompensa y alteraciones en la actividad de un neurotransmisor llamado Dopamina.
Una vez aclarada la definición empecemos por criticarla pues el término adicción a la comida podría estar mucho más refinado. Cuando uno es adicto, no lo es a todos los alimentos sino solo a aquellos que cumplan unas características concretas.
En este artículo encontrarás:
Top ten de alimentos adictivos
Revisemos la lista de las comidas que generan mayor adicción según este reciente estudio:
Raramente encontraremos alguno de los alimentos de la lista en la naturaleza, sino que estos han tenido que ser alterados o procesados de algún modo para que adquieran su potencial adictivo.
Por tanto, la comida real, aquella con la que hemos convivido la mayor parte de nuestra historia (básicamente fruta, verdura, tubérculos, carne, huevos, productos del mar, setas y semillas comestibles) no genera adicción ni tampoco si procesamos mínimamente estos productos mediante su cocción o trituración sino solo aquella comida que ha sido alterada para hacerla altamente sabrosa, o a la que se le han añadido varios aditivos.
Así el primer gran problema, o gran engaño, al que nos enfrentamos es incluir dentro de la misma categoría lingüística y por tanto mental a una manzana, una lechuga o un filete (nunca oíras que alguien es adicto a la lechuga) que a un pastel o una pizza.
Los primeros son alimentos, los segundos son productos altamente procesados y diseñados para activar nuestros circuitos cerebrales de la “adicción” ( recompensa).
Dicho de otra manera, con la comida real me alimento; con los procesados me doy un placer como cuando bebo cerveza, tomo café o fumo.
¿Qué características debe tener un alimento para que deje de serlo y genere adicción?
- Debe incluir altas cantidades de una o más sustancias a las que el cerebro reacciona motivándote para que continúes consumiendolas básicamente: azúcares, grasas, sal, sabor dulce, glutamato o simplemente alta densidad calórica.
- El alimento debe ser alterado para que la sustancia con potencial adictivo sea rápidamente absorbida. Así aunque un plátano contiene azúcar, también contiene fibra, proteínas o agua que disminuyen el ratio de absorción del azúcar. Es por ello que a mayor refinamiento mayor potencial adictivo. A estas dos características principales se le suele añadir una tercera, aunque no en todos los casos.
- Aportar una ganancia secundaria al consumo de ese alimento. Digamos que parte de la industria alimentaria, como industria que es, tiene como objetivo inherente y principal ganar dinero, por lo que son expertos conocedores en cómo potenciar el consumo de sus productos mediante la adición de dulce, salado o grasas. A su vez, se especializan en generar una comunicación asociada al producto para que el consumo de su preparado sea muy valorado socialmente. Para que nos entendamos, mi sobrino es mucho más guay si lleva al colegio un bollicao que una manzana.
¿Cómo nos afectan estos alimentos adictivos?
- Cualquier adicción ensombrece las recompensas naturales y, por tanto, nos hacemos menos sensibles al placer propio de comer con hambre, beber con sed, el contacto social, tomar el sol o apreciar un buen paisaje. Vivimos centrados en consumir nuestro monoplacer.
- Ante cualquier pequeña frustración, buscamos reconfortarnos con la comida. Si tengo un problema en el trabajo que me incomoda, en vez de pararme a pensar qué puedo hacer para superarlo, decido sentarme en el sofá a comer helado. Muy típico de las series Disney.
- Perdemos la sensación de hambre real y por tanto, no podemos escuchar lo que nuestro cuerpo nos pide para sentirnos bien.
- Nos volvemos esclavos de “alimentos”, literalmente los necesitamos para vivir. Por supuesto, este cuarto punto tiene graduaciones. Desde sentirme tranquilo si tengo helado o chocolate en la nevera o adquirir el hábito de premiarme siempre con una patatitas fritas, hasta como le ocurría a una paciente mía: tener que poner un candado a su nevera y dar a esconder la llave a sus padres por la noche para no levantarse medio sonámbula a consumir estos “adicmentos”.
Por tanto, si queremos dejar de ser esclavos de lo que comemos, ganar salud y estilizarnos, deberíamos nombrar a cada cosa por lo que es, alimento o droga.
De hecho yo iría un paso más alla o quizás más atrás en el lenguaje. Empezaría a llamar a, por ejemplo, la carne ecológica solo carne mientras que al filete de super lo llamaría filete químico y que sean estos los que tengan que tener un listado con todos los ingredientes que han usado (pesticidas, saborizantes…) para obtener un certificado.
Una vez seamos capaces de diferenciar lo que es un alimento de un «adicmento», podremos decidir que grado de flexibilidad me permito con cada uno de ellos.
Una buena referencia sería quizás, una vez por semana.
Soy consciente, pues lo observo cada día en consulta, que como en cualquier otra deshabituación se exige una gran fuerza de voluntad pero una vez recuperado el gusto por la comida real y la libertad de comer cuando quieras y lo que quieras pudiendo escuchar lo que tu cuerpo te pide para estar pletórico sin el ruido de fondo de la adicción, el camino se allana.
Pues si sufres de libertad, padeces de felicidad.
Amante de la fisiología humana, el entrenamiento y más, Néstor, co-fundó Mammoth Hunters después de ayudar a Oriol mejorar su rendimiento deportivo y salud. Es un nutricionista clínico, entrenador y terapeuta. Además de Mammoth Hunters Néstor tiene una clínica donde ayuda a centenares de personas a estar más sanas.