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Funciones del apéndice: ¿una cicatriz con la que fardar de abdominales?

diciembre 20, 2014

Seguro que alguna vez os habéis preguntado por qué apareció en nuestro intestino una estructura como el apéndice. Siempre nos han dicho que no sirve para nada, y encima muchas veces corres el riesgo de que genere una sepsis importante.

Raro, ¿no? Pues aún más: ¿cómo es que si es una estructura sin utilidad alguna, en vez de atrofiarse, crece? Si eres uno de los frikis que, como yo, se ha hecho esta pregunta, que sepas que no estás solo.

Charles Darwin ya tomó nota de la aparente falta de función del apéndice en los humanos, y llegó a la conclusión de que debía ser un vestigio de la evolución de un antepasado de los primates que comían hojas (Darwin, 1871).

Esta idea fue apoyada por el argumento -ahora refutado (Fisher, 2000, Smith et al, 2009)- de que el apéndice sólo está presente en los homínidos.

El razonamiento quedó obsoleto cuando se demostró que el conejo también tiene un apéndice, aunque es sustancialmente diferente, pues es mucho más grande que el humano (alrededor de tres veces mayor que el apéndice primate) y sí tiene una función: ayudar en la digestión.

Las ideas erróneas respecto a la única y vestigial naturaleza del apéndice en los homínidos todavía se encuentran en muchos libros de texto. Además, la alta prevalencia de apendicitis y la aparente ausencia de efectos secundarios negativos que sigue a la apendicectomía, descrita anteriormente, se han tomado como evidencia directa de que el apéndice es, de hecho, un vestigio estructural perjudicial para la vida (Muller, 2002).

Sin embargo, este planteamiento no encuentra apoyo en el enfoque anatómico comparativo en un contexto filogenético (Smith et al., 2009).

Este enfoque reveló que existen diferentes especies con un apéndice y que estas especies pertenecen a dos tipos de linajes. En primer lugar, tienen apéndice una variedad de Diprotodontia (marsupiales diprodentes) tales como la zarigüeya y otros marsupiales menos conocidos. En segundo lugar, una gran variedad de animales con un mismo ancestro común (como roedores, conejos y liebres) y primates también tienen apéndices.

Estas observaciones refutan claramente la idea de que el apéndice primate es único, sobre todo porque el apéndice humano cae en algún lugar en el rango medio cuando se compara su tamaño y forma con los de otras especies.

El apéndice de la rata topo, por ejemplo, es aproximadamente 10 veces menor que el humano, mientras que el apéndice del conejo es aproximadamente 3 veces mayor (Smith et al., 2009).

Este análisis evolutivo demuestra la amplia distribución filogenética del apéndice, lo que nos indica que la función del apéndice cecal al menos compensa el coste de construcción y mantenimiento de la estructura.

En este artículo encontrarás:

Funciones del Apéndice:

funciones del apendice

Entre los humanos adultos, se cree que el apéndice está involucrado principalmente en las funciones inmunológicas. El tejido linfático comienza a acumularse en el apéndice poco después del nacimiento y alcanza un pico entre la segunda y tercera décadas de la vida, disminuyendo rápidamente a partir de entonces y prácticamente desapareciendo después de la edad de 60.

Durante los primeros años de desarrollo, el apéndice funciona como un órgano linfoide, ayudando en la maduración de los linfocitos B (una variedad de células blancas de la sangre) y en la producción de la clase de anticuerpos conocida como inmunoglobulina A (IgA).

Diversos estudios también han demostrado que el apéndice está involucrado en la producción de moléculas que ayudan a dirigir el movimiento de los linfocitos hacia otros lugares en el cuerpo.

A su vez, a partir de los estudios de Bollinguer y colegas, se demuestra que el apéndice es una estructura especialmente adaptada para mantener la flora intestinal simbiótica.

Como en cualquier relación de simbiosis, ambas partes salen beneficiadas. En este caso las bacterias dependen de que les ofrezcamos comida y el hábitat adecuado.

El apéndice es un lugar extremadamente rico en mucinas e IgA (dos de las macromoléculas producidas en mayor abundancia en el cuerpo) que apoyan el crecimiento de biofilms (colonias de bacterias adherentes creciendo en una matriz extracelular) y ayudan al mantenimiento de un entorno favorable para la flora.

Mientras que el apéndice, por su localización al final del ciego y su forma larga y estrecha, impide que sea infectado por patógenos invasores y le otorga la capacidad de ser un reservorio de bacterias simbióticas que se reinocularán en el intestino en caso de infección.

Al parecer, la función del apéndice también tiene que ver con exponer a las células blancas de la sangre la amplia variedad de antígenos o sustancias extrañas presentes en el tracto gastrointestinal.

Por lo tanto, el apéndice, al igual que la placas de Peyer en otras áreas de tracto gastrointestinal, ayudan a mejorar la tolerancia oral a alimentos, y modula la respuesta frente a fármacos, microbios o antígenos virales y por tanto nos protege de sufrir respuestas inmunitarias desmedidas o autoinmunidad.

Conclusión

En el pasado, el apéndice fue extirpado a menudo de forma rutinaria e incluso se eliminaba durante otras cirugías abdominales para evitar cualquier posibilidad de un posterior ataque de apendicitis.

Esta práctica fue cayendo en desuso, ya que se prefería mantener el apéndice por si se necesitaba posteriormente para una cirugía reconstructiva tras la extirpación de la vejiga urinaria.

Cada vez comprendemos mejor que la razón de mantener el apéndice no debe supeditarse a nada, porque esta estructura es parte importante de la regulación de la homeostasis intestinal.

Podría ser que en un mundo cada vez más higiénico, con un consumo de antibióticos más elevado y con una diversidad tan baja de bacterias, nuestro principal reservorio/caldo de cultivo de bacterias creciera, aunque eso aumentara el riesgo de sufrir una infección… No tengo ni idea, pero ahí lo dejo.

Lo que sí tengo claro es que se sigue cumpliendo el pensamiento intuitivo de que si esta ahí, será por algo…

Bibliografia:

Bollinger RB, Barbas AS, Bush EL, Lin SS, Parker W. 2007. Bio-films in the large bowel suggest an apparent function of the human vermiform appendix. J Theor Biol 249:826–831.

Bollinger RB, Everett ML, Wahl S, Lee Y-H, Orndorff PE, Parker W. 2005. Secretory IgA and mucin-mediated biofilm formation by environmental strains of Escherichia coli: role of type 1 pili. MolImmunol 43:378–387.

Bollinger RR, Everett ML, Palestrant D, Love SD, Lin SS, ParkerW. 2003. Human secretory immunoglobulin A may contribute to biofilm formation in the gut. Immunology 109:580–587.

Darwin C. 1871. The descent of man and selection in relation to sex. London: John Murray.

Fisher RE. 2000. The primate appendix: a reassessment. Anat Rec 261 B:228–236.

Müller GB. 2002. Vestigial organs and structures. In: Pagel M, edi- tor. Encyclopedia of evolution. New York: Oxford University Press. p 1131–1133.

Smith HF, Fisher RE, Everett ML, Thomas AD, Bollinger RB, Parker W. 2009. Comparative anatomy and phylogenetic distribu- tion of the mammalian cecal appendix. J Evol Biol 22:1984–1999.

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