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¿Por qué engordamos? La obesidad, el gusto y Jack Lalanne

abril 19, 2014

Nos cuesta mucho entender por qué engordamos:

  • ¿Cómo puede ser que me haya engordado tanto, qué ha pasado…?
  • ¿Cómo puede ser que me apetezca un postre si hace 1 minuto casi no me podía acabar el segundo plato?
  • ¿Cómo puede ser que me pirre por una cerveza si recuerdo perfectamente lo malísima que me pareció la primera vez que la probé?
  • ¿Cómo puede ser que haya gente que le funcione una dieta baja en carbohidratos y a otros una baja en grasas? y sobre todo…
  • ¿Cómo puede ser que todas estas preguntas estén relacionadas?

Saber por qué engordamos es fuente de ansiedad, pero es fácil de responder…

¡Consumimos más calorías de las que necesitamos!

El tema de la obesidad y del por qué engordamos ha llenado ríos y ríos de bits. Cada vez consumimos más calorías y nos engordamos más, hasta el punto que actualmente casi la mitad de los adultos mayores de 40 años de Estados Unidos son obesos.

Estos datos muestran que nos encontramos delante de una verdadera pandemia que sigue creciendo y expandiéndose. Y me diréis, ¿un post para esto? ¿Para manejarnos en la obviedad de que comemos más y por eso engordamos? Pues vaya gracia…

Y sí, tenéis toda la razón, la pregunta clave no es por qué engordamos. Lo que hace falta es entender por qué comemos más.

La verdad es que nadie se levanta un día y se dice a sí mismo: “añoro mi edad de crecimiento así que venga, a partir de hoy voy a aumentar mi ingesta 200kcal al día y así en unos añitos seré el doble de grande que hoy, si hasta ahora crecía a lo largo ahora creceré a lo ancho.”

No, no funciona así. Lo que ocurre es que con la edad nuestro metabolismo cambia, nos movemos menos y comemos más y casi sin darnos ni cuenta vamos acumulando lastre.

Y seguro que más de uno se preguntará, ¿Y cómo es que nuestro cuerpo no tiene un sistema que percate que tenemos energía de sobras en nuestros almacenes y por tanto nos indique que debemos parar de comer?

El sistema de homeostasis energética

¡Pues resulta que sí lo tenemos!

De manera muy simplificada y explicado mediante un ejemplo: si se restringe sistemáticamente la ingesta de alimentos, la grasa disminuye y esto indica a nuestro cerebro que debe consumir más alimento y utilizar las calorías de manera más eficiente, en un intento de recuperar los niveles energéticos óptimos.

Por el contrario, si comemos demasiado, el aumento de la masa grasa suprime el apetito y aumenta el uso de calorías hasta que las reservas de grasa del cuerpo se han reducido de nuevo a los niveles adecuados.

Sí, estáis leyendo bien, tenemos un verdadero quema-grasas más eficiente que “el-quema-power con té verde”.

Es un circuito de retroalimentación negativa que actúa inconscientemente para mantener la masa grasa en un rango específico, como una especie de termostato pero que funciona para el peso. Este sistema es conocido como el «sistema de la homeostasis energética”.

Así pues la duda de por qué engordamos surge de nuevo, si tenemos este sistema integrado para regular la cantidad de grasa corporal.

Para entender los mecanismos de cómo esto ocurre tenemos que explorar otros dos sistemas de nuestro cerebro: el circuito de recompensas y el circuito hedónico.

por que engordamos y nos gusta la comida basura

El sistema de recompensa

El sistema o circuito de recompensa actúa para evaluar la conveniencia de los alimentos (entre otros estímulos) y reforzar y motivar los comportamientos que favorecen la adquisición de alimentos deseables.

Por ejemplo, si comemos un queso fuerte por primera vez, tal vez no nos guste mucho. Sin embargo, cuando lo digerimos, nuestro circuito de recompensa reconoce que es un alimento muy calórico y por lo tanto interesante para sobrevivir y así las próximas veces que lo comamos su sabor nos parecerá mejor y mejor hasta que nos acabe gustando.

Esto se conoce como el gusto adquirido, y el sistema de recompensa es el encargado de esta adquisición, motivándonos a obtener un alimento que se ha considerado seguro y deseable.

Quizás el queso no nos resuene como ejemplo pero seguro que muchos de nosotros recordamos el mal sabor de boca que nos dejo el primer trago de cerveza y cómo para muchos se ha transformado en una bebida muy e incluso demasiado deseable.

El sistema de recompensa hace lo mismo con los alimentos y bebidas que contienen drogas como el café o la cerveza, por lo que poco a poco líquidos amargos se vuelven apetecibles y luego deliciosos y así con el tiempo, es posible que empecemos a comprar queso o cerveza solo por verlos en la estantería del supermercado e incluso que los consumamos sin tener hambre o sed sino simplemente porque nos gusta.

Este es un ejemplo de cómo el sistema de recompensa refuerza  y motiva  los comportamientos relacionados con los alimentos que él considere oportunos. 

¿Qué es lo que el circuito de recompensa considera deseable?

  • La densidad de calorías
  • La grasa
  • El almidón
  • El azúcar
  • La sal
  • El glutamato libre
  • Ciertas texturas (fácilmente masticadas , grasa blanda o crujiente…)
  • Ciertos sabores
  • Una ausencia de amargura
  • La variedad de los alimentos
  • Substancias como el alcohol y la cafeína.

Nuestros cerebros están muy en sintonía con estas cualidades porque son todos alimentos nutritivos y ricos en calorías que a nuestros antepasados en un entorno natural les costaba conseguir.

Hoy en día, las combinaciones exageradas de estas cualidades utilizadas por los fabricantes de alimentos procesados, los cocineros, y a veces incluso los cocineros caseros sobreestimulan nuestras vías de recompensa naturales.

Los alimentos comerciales son profesionalmente diseñados para maximizar la recompensa, porque la recompensa es precisamente lo que estimula a que vuelvas a por más.

pastel que activa el sistema de recompensar y explica por qué engordamos cuando comemos

Alimentos procesados, como los helados, la comida rápida, los refrescos endulzados, las galletas, los pasteles, los dulces , las pizzas y los alimentos fritos son todos alimentos arquetípicos con capacidad de hiperpremiar nuestra conducta y son la razón principal del por qué engordamos.

Incluso con alimentos supuestamente naturales que se venden en herbolarios si nos paramos a leer la etiqueta observamos que le han añadido azúcar. Esto hará que aunque no notemos el gusto dulce interpretemos este alimento como apetecible.

Para entendernos, el circuito de recompensa en relación a la alimentación es el encargado de motivarnos para que consigamos comida y nos la llevemos a la boca. De hecho, si bloqueamos este sistema en animales de laboratorio éstos detienen completamente la búsqueda de comida, aunque sí se la comerán si somos nosotros quienes se la llevamos a la boca.

El sistema hedónico

Muy relacionado con el circuito de recompensa tenemos al sistema hedónico, otro de los responsables de por qué engordamos: es el encargado de controlar la cantidad consumida una vez iniciemos una comida.

Para que nos entendamos, este sistema es el encargado de abrir un huequecito en el estomago aunque estemos muy llenos si nos presentan un postre que nos guste mucho, o dicho de otra manera, que tenga una gran palatabilidad (cualidad de ser grato al paladar). La palatabilidad está determinada en parte por las preferencias innatas (por ejemplo, el gusto por el azúcar y los alimentos muy calóricos ) y en parte por el sistema de recompensa (gustos adquiridos).

En conjunto, el circuito de recompensa y el circuito hedónico determinan en gran medida la frecuencia con la que buscamos alimentos, los alimentos que elegimos, y cuánta cantidad comemos para sentirnos saciados.

Interacción entre los distintos sistemas

La capacidad del circuito de recompensa y de la palatabilidad de influir en la ingesta de alimentos y en el peso corporal está mediada por las conexiones entre los sistemas de homeostasis energética, de recompensa y hedónico.

Por ejemplo, si no hemos comido en mucho tiempo, el cerebro detecta la disminución de las reservas de energía (sistema homeóstatico) y actúa para aumentar la ingesta de alimentos.

Esto se logra mediante el aumento de la motivación para obtener alimentos (recompensa) y el disfrute de los alimentos una vez que lo consigues (hedónico): es lo que conocemos como hambre y es causada en gran parte porque el sistema de la homeostasis energética activa el circuito de recompensa y el sistema hedónico.

La cuestión es que esta conexión va en ambos sentidos. El sistema de recompensa y la palatabilidad también influyen en los sistemas de la homeostasis de la energía, de tal manera que los alimentos excesivamente gratificantes o apetecibles pueden aumentar la ingesta de alimentos aunque el nivel de grasa de nuestros almacenes le esté comunicando al cerebro que deje de comer.

Sabemos incluso que la sobreestimulación de los sistemas de recompensa y hedonista nos pueden llevar a la adicción.

👉 Existe aproximadamente un 3% de la población especialmente susceptible a los alimentos muy sabrosos o gratificantes y son para ellos literalmente una adicción.

Para el resto de la población, estos alimentos no son una adicción en sí misma pero a menudo pueden llevarnos a consumir más de lo que deberíamos aumentando nuestro peso e impactando sobre nuestra salud.

Una pincelada de la evolución que no podía faltar

La mayor parte de nuestra historia se ha regido por tener que lidiar contra la carencia de alimentos y por tanto estamos muy bien preparados para no dejar pasar un alimento altamente calórico. Sobre todo luego de que pasábamos largos periodos de ayuno.

Estos mecanismos de supervivencia en un entorno de abundancia donde hemos hiper-retocado los alimentos añadiéndoles saborizantes como la sal o el glutamato, preparándolos para estimular al máximo nuestros sentidos y los acompañamos con bebidas edulcoradas nos llevan inexorablemente a comer más de lo que necesitamos, a engordarnos y en algunos casos a buscar en exceso la felicidad a través de la comida.

Estos mecanismos también nos ayudan a entender porque dietas muy dispares obtienen buenos resultados y es que como bien dice Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas, «El denominador común de la mayor parte de las dietas es que no permiten el consumo de los alimentos muy calóricos y seductores que combinan alta cantidad de grasas y de carbohidratos «.

Una mención para Jack Lalanne

Lalanne fue un avanzado a su tiempo y recomendaba en los años 50 muchas cosas sobre ejercicio físico y nutrición que actualmente aún se revindican. Una de sus frases más conocidas era: “si sabe bien, escúpelo”.

Él también a su manera nos explicaba la influencia del circuito hedónico sobre la ingesta.

Y concluyendo… ¡ya sabemos por qué engordamos!

Cambios en la dieta durante las últimas décadas han contribuido a la epidemia de obesidad. La solución a este problema es a la vez simple y desafiante:

  • Recuperar recompensas naturales: como el deporte en ayunas, una buena tarde entre amigos, desarrollar tus propias habilidades (tocar un instrumento por ejemplo).
  • Volver a una dieta de sencilla comida casera, elaborada con ingredientes mínimamente refinados.
  • Evitar en lo posible gustos excesivamente gustosos que no estaban presentes en nuestro entorno ancestral.

Éstos serían algunos ejemplos de cómo recuperar nuestro termostato energético y autorregular nuestro peso como siempre habíamos hecho.

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Comentarios (6)

Avatar for Patricia

Gracias Néstor, como siempre un artículo muy instructivo e interesante.
Saludos a toda la comunidad.

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Avatar for MANUEL

Muy interesante.
Gracias

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Avatar for iván Rubio Ruíz

Ante la angustia y ciertas frustraciones cotidianas que nos limitan alcanzar felicidad en la vida, pretendemos ser felices ingiriendo mas de una porción de alimentos seductores que combinan alta cantidad de carbohidratos -incluyendo el azúcar refinado- , edulcorantes y grasas.

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Avatar for Zoila Flor López Díaz

Me parece super buen artículo!!!

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Avatar for Antonella Rocco

Suena coherente, la comida como recompensa se transforma en adiccion

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Avatar for Gary Farfan

De acuerdo, sobre todo si se consumen alimentos procesados, que están pensados para producir placer y no necesariamente para alimentar.

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